Pax et Bonum

Dios, en su infinita sabiduría y cariño, nos enseña a través del carisma franciscano que la verdadera educación se fundamenta en el amor y la libertad del ser. San Francisco nos muestra como modelo de apoyo fraternal, corrigiendo con ternura y sin invadir el libre albedrío de los demás, recordándonos siempre que todos somos imperfectos y necesitamos de la gracia que se da al ayudar sin imponerse. En este proceso de enseñanza, la auténtica alegría surge cuando el que aprende se vuelve también un espejo de compasión y ayuda para su prójimo, tal como Jesús nos enseñó a amar sin condición, pues en el acto de amar se vuelve la escuela del Reino donde la justicia y la misericordia se entrelazan en cada corazón.